mayo 2015

Una campaña publicitaria y/o de marketing tiene que conseguir una misión que puede resultar muy complicada: ganarse la confianza del consumidor.

En tiempos de elecciones, los partidos políticos ponen en marcha su maquinaria publicitaria y de marketing para llegar hasta la gente, los votantes, y ganarse su confianza. Se trata de saber venderse, lo que no es tan fácil. Hay que ser capaz de analizarse correctamente para ver los puntos fuertes…y los más débiles. Y, cómo no, resulta un tanto ilógico venderse a través de estos últimos. En el caso de la política, la sociedad parece cada vez más desencantada, y convencer a los votantes resulta cada vez más difícil.

Algo parecido está comenzando a suceder con las marcas, que han ido perdiendo la confianza de los consumidores, hasta el punto en que desconfiamos de ellas casi tanto como de los políticos. A esta conclusión ha llegado un estudio de Affilinet, realizado en Reino Unido en plena campaña electoral. Analizando la confianza de los consumidores, ha establecido un ranking que deja en mal lugar a políticos y marcas (sólo nos fiamos un poco más de ellas que de los antes mencionados), mientras que pone en lo alto a amigos, familia, bloggeros, redes sociales, colegas de trabajo, periodistas y líderes religiosos, en ese orden.

Cuando pensamos en las campañas de políticos o marcas, estamos alerta porque sabemos que su fin último es, respectivamente, conseguir votos para estar en el poder y vender sus productos para conseguir beneficio. Sin embargo, nos fiamos de la gente que conocemos o que nos rodea porque nos sentimos en igualdad de condiciones, y no contemplamos en sus posibles opiniones un cierto interés que sí vemos en las intenciones de los actores anteriormente mencionados.

Por eso es tan importante tener un buen equipo de marketing y publicidad, que sea capaz de dar con la tecla para ganarse la confianza del consumidor y, de esta manera, establecer una relación, no solo comercial sino también “personal” con el mismo.

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Hubo una época, hace ya tiempo, en que la televisión era la plataforma más importante por la que la publicidad se abría paso. Primeramente lo hizo con anuncios sencillos, en blanco y negro, y luego estos dieron paso a otros en color, más elaborados y pensados, e incluso más largos, como pequeñas películas.

Sin embargo, la explosión de Internet, con el surgimiento de mil nuevas plataformas de comunicación y otras tantas herramientas, trajo consigo una nueva competencia. Así, el vídeo digital se convirtió en una herramienta comunicativa y, sobre todo, publicitaria.  Los anuncios en páginas webs, los vídeos publicitarios que aparecen en YouTube (no sólo alrededor de los vídeos, sino en los mismos, antes de que salte el que nos interesa) y Facebook…la publicidad navega por toda la red, de una forma u otra.

A pesar de ello, los anuncios de televisión siguen siendo los más efectivos, según ha demostrado una investigación de Innerscope Research. En ella se mostraron vídeos publicitarios en diversos formatos (Facebook, televisión, Smartphone…) a distintas personas, para concluir que los spots de televisión conectan o interactúan 4 veces más con el consumidor que la publicidad en vídeo de Facebook.

En esta red social normalmente nos saltamos o ignoramos los anuncios de vídeo (la publicidad en general). Mientras un 25% de los participantes se mostraba más convencido de probar o comprar un producto tras verlo en TV, solo un 9% de los participantes que vieron los anuncios de FB haría lo propio.

Parece ser que todo esto tiene mucho que ver con el tamaño de las pantallas. Así, la televisión, al ser una pantalla grande, consigue fijar mejor la atención de los consumidores, mientras que, en el caso de las pantallas pequeñas, la publicidad está obligada a ser impactante desde el principio, para llamar la atención y mantener al consumidor interesado, o no tendrá éxito.

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